Lecturas
Hechos 17, 15.22 - 18, 1 Salmo 148 - Juan 13, 1-15
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A la hora de pasar de este mundo
al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las
pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá
lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará,
porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del
Padre es mío.
Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’”.
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Ruminatio
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“[…]los introducirá en toda la verdad”
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Custodiar
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LETANÍA AL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu es como el viento
sopla donde quiere y oyes su voz
pero no sabes de
dónde viene ni adónde va
hay que ser como
hojas secas y dejarse llevar
Espíritu
Santo, ven a nosotros, (ven a nosotros)
don
del amor, ven a nosotros, (ven a nosotros)
fuente
de gracia, ven a nosotros, (ven a nosotros)
Consolador,
ven a nosotros, (ven a nosotros)
santificador,
ven a nosotros, (ven a nosotros)
alma
de la Iglesia, ven a nosotros, (ven a nosotros)
Ven Espíritu a nuestras almas
quema nuestros corazones
con el fuego de tu amor
ayúdanos a amarnos de verdad
haz del nuestro un Pueblo Santo
que viva en la unidad
Ven a nosotros, alégranos
haz que vivamos en el amor.
Letra: Misioneras diocesanas
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Comentario
“¡Qué bueno y agradable es que los
hermanos vivan unidos!”
Queridos
hermanos:
Como
saben, fui como peregrino a Tierra Santa. Doy gracias a Dios y a cuantos lo
han hecho posible. Esta peregrinación tenía tres propósitos:
El
primero, conmemorar el
encuentro del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras, hace 50
años, un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad
de los cristianos. Con tal motivo, junto al actual Patriarca de
Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, hemos rezado pidiendo al Buen Pastor
la fuerza necesaria para proseguir con tesón hacia la plena comunión.
El
segundo propósito ha sido animar el proceso
de paz en Oriente Medio. He querido llevar a todos en el corazón,
exhortándolos a ser artesanos de la paz y agradeciendo a las autoridades los
esfuerzos en favor de los refugiados y su compromiso por apaciguar los
conflictos. Además, he invitado a los presidentes de Israel y de Palestina a
venir al Vaticano, para rezar juntos por la paz.
El
tercer propósito ha sido confirmar en la fe
a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresarles la
gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de
esperanza y caridad.
[…]
Invito a todos a pedir al Señor por nuestros hermanos de Tierra Santa, por la
paz en Oriente Medio y por la unidad de los cristianos. Muchas gracias.
En
vísperas ya de concluir el mes mariano…
-
queridos
jóvenes “que la Madre de Dios sean su refugio en los momentos más
difíciles”.
-
queridos
enfermos, “que los sostenga, para que afronten con valentía su cruz cotidiana”
- queridos recién casados “que sea su referencia, para que sus familias sean
hogares de oración y comprensión recíproca”
Papa Francisco , 28/05/2014,
Audiencia
General
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Referencia
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Música para meditar
miércoles, 28 de mayo de 2014
Miércoles VI Semana de Pascua
jueves, 22 de mayo de 2014
Jueves V Semana de Pascua
Lecturas
Hechos 15, 7-21 Salmo 95 Juan 15, 9-11
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A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo
a sus discípulos:
“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.
Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Como yo
cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo
sea perfecto”.
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Ruminatio
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Permanezcan en mi
amor
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CUSTODIAR
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La vocación cristiana es esto: permanecer
en el amor de Dios
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Comentario
Custodia Señor el Espíritu Santo en nosotros, la
gracia y paz que nos has regalado, para que no seamos cristianos avinagrados.
Jesús, antes de subir el Cielo, habló de tantas cosas,
pero sobre todo reiteró “tres palabras
clave”: paz, amor y alegría.
Jesús añade una cosa sobre el amor nueva y nos
dice: “No sólo amen, sino permanezcan en mi amor”: La vocación cristiana es
esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir, respirar, vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese
aire. Permanecer en el amor de Dios, con esto cierra la profundidad de su
discurso sobre el amor. Y añade... Y ¿cómo es su amor? “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes” - un amor
que viene del Padre. La relación de amor entre él y el Padre es la relación
de amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que
permanezcamos en este amor que viene del Padre.
Paz y amor que no vienen del mundo, sino que
vienen del Padre y de Jesús, que nos exhorta a permanecer en su amor. Amor
que nos lleva a cumplir los mandamientos.
La alegría es como el signo del
cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud...
como ya dije alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado,
siempre con cara así... con el ceño fruncido... también el alma es así... allí
está lo feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es
cristiano. La alegría es como
el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las
persecuciones.
Paz, amor y alegría son tres palabras
que nos deja Jesús, con el don del Espíritu Santo: El gran olvidado de nuestra vida. Tendría
ganas de preguntarles: ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? No
levanten la mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que
nos llena de alegría. En
la oración le pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que el
Señor custodie al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé
esta gracia: custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la
paz
Papa Francisco , 22/05/2014, Homilía en
la casa Santa Marta
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Referencia
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martes, 20 de mayo de 2014
Martes V de Pascua
Lecturas
Hechos 14, 19-28 Salmo 144 Juan 14, 27-31a
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A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús
dijo a los discípulos:
“Les dejo la
paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían
de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he
dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no
hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este
mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que
yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí”.
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Ruminatio
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Les dejo la paz,
les doy mi paz.
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Para custodiar
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¡La
paz de Jesús es una Persona, es el Espíritu Santo!
La presencia del Espíritu hace que nuestro
corazón esté en paz
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Comentario
La paz de Jesús no es la de este mundo, la que se
afianza en las cosas materiales, dinero y poder. Es una paz completamente
distinta de la paz que da el mundo: “Por
ejemplo… la paz de las riquezas… estoy en paz porque tengo todo arreglado
para vivir, para toda mi vida, no tengo que preocuparme... Ésta es una paz que
da el mundo. No te preocupas, no tendrás problemas porque tienes tanto
dinero... La paz de la riqueza. Y Jesús nos dice que no nos fiemos de esta
paz, porque con gran realismo nos dice: ¡Miren que hay ladrones... Los
ladrones pueden robarte tus riquezas! La paz que da el
dinero no es una paz definitiva. Piensen
también en que el metal se oxida ¿no? ¿Qué quiere decir? ¡Que ante una caída
de la Bolsa todo tu dinero se irá! ¡No es una paz segura: es una paz superficial, temporal!
La paz mundana abarca características que nos
muestran que no es definitiva. La paz del poder, que no funciona, que
por ejemplo termina con un golpe de estado. La de Herodes, que acaba cuando
los Magos le dicen que ha nacido el Rey de Israel. La paz de la vanidad, que
se tambalea según me sienta apreciado o insultado.
Sin embargo la paz que nos da Jesús es
el Espíritu Santo: ¡La paz de Jesús es una
Persona, es el Espíritu Santo! El mismo día de su Resurrección, Él viene al Cenáculo y su saludo
es: ‘La paz esté con ustedes. Reciban al Espíritu Santo’. Ésta es la paz de
Jesús: es una Persona, es un regalo grande. Y cuando el Espíritu Santo está en nuestro corazón, nadie puede
arrebatarnos la paz ¡nadie! ¡Es una paz definitiva! ¿Cuál es nuestro trabajo?
Custodiar esta paz ¡custodiarla! Es una paz grande, una paz que no es mía, es de otra Persona que me la regala, de otra
Persona que está dentro de mi corazón y que me acompaña toda la vida. ¡Me la dio el Señor!»
Esta paz se recibe con el Bautismo y con la
Confirmación, pero sobre todo se recibe como un niño recibe un regalo – sin
condiciones, con el corazón abierto […] hay que custodiar al Espíritu Santo,
sin enjaularlo, pidiéndole ayuda a este ‘gran regalo’ de Dios: Si ustedes tienen esta paz del Espíritu, si tienen al Espíritu dentro
de ustedes y tienen conciencia de esto, que no se turbe el corazón de ustedes
¡Estén seguros! Pablo nos decía que
para entrar en el Reino de los Cielos es necesario pasar por tantas
tribulaciones. Pero todos, todos nosotros, tenemos tantas ¡todos! Más
pequeñas... más grandes... Pero que no se turbe el corazón de ustedes: y ésa
es la paz de Jesús. La presencia del Espíritu hace que nuestro corazón esté
en paz. ¡No anestesiado, no! Consciente, en paz: con esa paz que
sólo da la presencia de Dios
Papa Francisco , 20/05/2014, Homilía en
la casa Santa Marta
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Referencia
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Oración al Espíritu Santo (Dona la Pace)
En el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Jaculatoria
Inicial
+ Ven,
Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
* Padre amoroso del pobre; don, en tus dones
espléndido
+ Luz que penetra las almas, fuente del mayor
consuelo.
Oración
Dona
la Pace
Dona la pace (el amore), dona la pace,
ai nostri cuori (al mundo entero), o Signore!
Resta qui, insieme a noi,
resta qui, insieme a noi,
e la pace (el amore) regnera!
Danos la paz, danos la paz,
a nuestro corazón, o Señor!
Quédate aquí, con nosotros,
quédate aquí, con nosotros,
y la paz reinara!
Invocación
†
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
*Envía
tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.
Oremos:
Oh Dios, que iluminaste los
corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo: haznos dóciles a tu
Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
Oración Final
+ Oh Virgen Santa
* Tan hermosa, que Dios te eligió como Esposa y
Madre; tan fecunda, que el mundo entero recibe el fruto de tu seno. Que todos
los pueblos te reconozcan como Madre.
domingo, 11 de mayo de 2014
Homilía del Papa Francisco en la ordenación presbiteral del 11/05/2014
Queridos hermanos, estos nuestros
hijos y hermanos han sido llamados la orden del presbiterado. Como ustedes
saben bien, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento,
pero también en Él todo el pueblo santo de Dios ha sido establecido pueblo
sacerdotal. No menos importante entre
todos sus discípulos, el Señor Jesús quiere escoger algunos en particular, para
que ejercitando públicamente en la iglesia su nombre y el oficio sacerdotal en
favor de todos los hombres para continúen su misión personal de Maestro,
Sacerdote y Pastor. Después de una profunda reflexión vamos a elevar
al Orden de los Presbíteros a nuestros hermanos, para que al servicio de
Cristo, Sacerdote y Pastor, cooperen en la edificación del Cuerpo de Cristo,
que es la Iglesia de Cristo: el pueblo de Dios es el templo santo en el
Espíritu. Ellos, de hecho, serán configurados a Cristo, Sumo y Eterno
Sacerdote, es decir, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo
Testamento. Y con este título que les une a su obispo en el sacerdocio, serán
predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios y presidirán los actos
de culto, sobre todo la celebración del sacrificio del Señor.
En cuanto a ustedes, amados
hijos, que van a ser promovidos al orden sacerdotal, consideren que por el
ejercicio del ministerio de la sagrada doctrina van a ser partícipes de la
misión de Cristo, el único Maestro. Dispensarán a todos aquella palabra de
Dios, que ustedes mismos han recibido con alegría, de sus madres, de sus
catequistas. Lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor para creer lo que
han leído, para enseñar lo que ha aprendido en la fe, para vivir lo que han
enseñado. ¡Sea, por lo tanto,
alimento para el pueblo de Dios su doctrina, que no es suya y ustedes no son
dueños de la doctrina! Es la doctrina del Señor y ustedes han de ser fieles a
la doctrina del Señor. Sea, por lo tanto, alimento para el pueblo de Dios su
doctrina. La alegría y el apoyo a los fieles de Cristo, el perfume de sus
vidas, porque con la palabra y el ejemplo edificarán la casa de Dios, que es la
Iglesia. Y así ustedes van a continuar la obra santificadora de Cristo. A
través de su ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles se hace
perfecto, porque unido al sacrificio de Cristo, con sus manos, en nombre de
toda la Iglesia, se ofrece en el altar de la celebración de los santos
misterios. Reconozcan, pues, lo que realicen, imiten lo que celebran, porque
participando al misterio de la muerte y resurrección del Señor, llevarán la
muerte de Cristo en sus miembros y caminarán con Él en una vida nueva.
Con el Bautismo agregarán nuevos
fieles al pueblo de Dios; con el Sacramento de la Penitencia perdonarán los
pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y aquí me quiero detener y pedirles que, por el amor de Jesucristo,
no se cansen nunca de ser misericordiosos. Por favor, tengan esa
capacidad de perdón que tuvo el Señor, que ¡no vino a condenar sino para
perdonar! Tengan misericordia, tanta misericordia Y si les viene el escrúpulo
de ser demasiado “perdonadores” piensen en el santo cura del que les hablé que
iba delante del Santísimo y decía: “Señor, perdóname si he perdonado
demasiado, pero eres tú el que me ha dado el mal ejemplo de perdonar tanto”.
Es así. Pero yo les digo verdaderamente, que siento tanto dolor cuando
encuentro gente que no va a confesarse porque ha sido maltratada, muy mal,
regañada; ¡han visto como les cerraban las puertas de la Iglesia en la cara!
Por favor no hagan esto: misericordia, misericordia. El buen pastor entra por
la puerta y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor: si ustedes
no entran en su ministerio por las llagas del Señor, ustedes no serán buenos
pastores. Con el óleo santo darán alivio a los enfermos; celebrando
los ritos sagrados y rezando la liturgia de las horas, serán la voz del pueblo
de Dios, y de toda la humanidad. Conscientes de haber sido elegidos entre los
hombres para atender las cosas de Dios, ejerciten con alegría y caridad la obra
sacerdotal de Cristo, buscando agradar a Dios y no a ustedes mismos.
Y piensen en lo que decía San
Agustín de los pastores que buscaban agradarse a sí mismos y usaban las ovejas
del Señor como alimento y para vestirse y para tener majestad de un ministerio
que no se sabía si era de Dios. Participando en la misión de Cristo en comunión
con su obispo empéñense en formar una sola familia, para unir a los fieles para
conducirle a Dios Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo.
Tengan siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor,
que no ha venido para ser servido,
sino para buscar y salvar a los que están perdidos.
Jornada de Oración por las Vocaciones
11 DE MAYO DE 2014 –
IV DOMINGO DE PASCUA
Tema: Vocaciones,
testimonio de la verdad
Queridos hermanos y hermanas:
1. El Evangelio relata que «Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas… Al ver a las muchedumbres, se compadecía
de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen
pastor”. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los
trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores
a su mies”» (Mt 9,35-38). Estas palabras nos sorprenden, porque todos
sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a
su debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que «la
mies es abundante». ¿Pero quién ha
trabajado para que el resultado fuese así? La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo del
cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es
causa del «mucho fruto» es la gracia de Dios, la comunión con él (cf.Jn
15,5). Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la
petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino. San
Pablo, que fue uno de estos «colaboradores de Dios», se prodigó incansablemente
por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Con la conciencia de quien ha
experimentado personalmente hasta qué punto es inescrutable la voluntad
salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es el origen de toda
vocación, el Apóstol recuerda a los cristianos de Corinto: «Vosotros sois campo
de Dios» (1 Co 3,9). Así primero nace dentro de nuestro
corazón el asombro por una mies abundante que sólo Dios puede dar; luego, la
gratitud por un amor que siempre nos precede; por último, la adoración por la
obra que él ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y
por él.
2. Muchas veces hemos rezado con
las palabras del salmista: «Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su
rebaño» (Sal 100,3); o también: «El Señor se escogió a Jacob, a
Israel en posesión suya» (Sal 135,4). Pues bien, nosotros somos
«propiedad» de Dios no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de
un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de
alianza que permanece eternamente «porque su amor es para siempre» (cf. Sal 136).
En el relato de la vocación del profeta Jeremías, por ejemplo, Dios recuerda
que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en
nosotros. La imagen elegida es la rama de almendro, el primero en florecer,
anunciando el renacer de la vida en primavera (cf. Jr 1,11-12).
Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el
futuro, pero —asegura el Apóstol— «vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios» (1
Co 3,23). He aquí explicado el modo de pertenecer a Dios: a través de
la relación única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el
inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva. Es Cristo, por lo tanto, quien
continuamente nos interpela con su Palabra para que confiemos en él, amándole
«con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser» (Mc 12,33).
Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los
caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia
existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal,
como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es
necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad
de Dios. Es un «éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor y de
servicio a él en los hermanos y hermanas» (Discurso
a la Unión internacional de superioras generales, 8 de mayo
de 2013). Por eso, todos estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón
(cf. 1 P 3,15) para dejarnos alcanzar por el impulso de la
gracia que anida en la semilla de la Palabra, que debe crecer en nosotros y
transformarse en servicio concreto al prójimo. No
debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus
manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla
su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra
colaboración.
3. También hoy Jesús vive y
camina en nuestras realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos,
comenzando por los últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están bien
dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que resuena en la
Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación. Os invito a escuchar y
seguir a Jesús, a dejaros transformar interiormente por sus palabras
que «son espíritu y vida» (Jn 6,63). María, Madre de Jesús y
nuestra, nos repite también a nosotros: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).
Os hará bien participar con confianza en un camino comunitario que sepa
despertar en vosotros y en torno a vosotros las mejores energías. La vocación es un fruto que madura en el campo bien
cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una
auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí
misma. La vocación
surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la
experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: «En
esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35)?
4. Queridos hermanos y hermanas,
vivir este «“alto grado” de la vida cristiana ordinaria» (cf. Juan Pablo
II, Carta ap. Novo
millennio ineunte, 31), significa algunas veces ir a contracorriente, y
comporta también encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús
mismo nos advierte: La buena semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada
por el Maligno, bloqueada por las tribulaciones, ahogada por preocupaciones y
seducciones mundanas (cf. Mt 13,19-22). Todas estas
dificultades podrían desalentarnos, replegándonos por sendas aparentemente más
cómodas. Pero la verdadera alegría de los
llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es fiel, y con él
podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a
grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no hemos sido
elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas
grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales» (Homilía
en la misa para los confirmandos, 28 de abril de 2013). A vosotros obispos, sacerdotes, religiosos,
comunidades y familias cristianas os pido que orientéis la pastoral vocacional
en esta dirección, acompañando a los jóvenes por itinerarios de santidad que,
al ser personales, «exigen una auténtica pedagogía de la santidad,
capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe
integrar las riquezas de la propuesta dirigida a todos con las formas
tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes
ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia»
(Juan Pablo II, Carta ap. Novo
millennio ineunte, 31).
Dispongamos por tanto nuestro
corazón a ser «terreno bueno» para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar
así fruto. Cuanto
más nos unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los
Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida,
tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del
Reino de misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la
cosecha será abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con
docilidad en nosotros. Con este deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto
de corazón a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 15 de Enero de 2014
FRANCISCO
Oración al Espíritu Santo por las vocaciones
Jaculatoria Inicial
+ El banquete del Señor
* Es la unidad del Cuerpo de Cristo,
visible en el sacramento del altar y en el vínculo de la paz.
Canción
Oración
¡Espíritu Santo! Jesús invita a los hombres a
seguirle. A uno invita a dejar las redes de pesca, a otro el campo, a un
tercero la mesa de recaudaciones; a todos llama personalmente. Él pronuncia las
palabras de invitación: “Ven, sígueme” (Mt 4,19). Y ellos siguen la llamada y aceptan
sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones
religiosas. Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los
corazones de los jóvenes.
Tú confieres a cada uno tus dones según tu
beneplácito, y nadie llega al sacerdocio o al estado religioso sin tu moción,
sin tu impulso amoroso y sin tu guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es
necesaria tu acción. Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación
en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con generosidad el
llamado y vivir con alegría su vocación.
Consérvales el primer amor a Cristo, para que
perseveren fieles y lleven mucho fruto, como los sarmientos que permanecen
unidos a la vid.
Enciende en nosotros la luz de la gracia, derrama
amor en el corazón vacío, y robustece siempre con tu fuerza la debilidad de
nuestro cuerpo. Amén.
Oremos:
Oh Dios, que iluminaste los
corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo: haznos dóciles a tu
Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
Jaculatoria Final
+ Oh Virgen Santa
* Tan hermosa, que Dios te eligió
como Esposa y Madre; tan fecunda, que el mundo entero recibe el fruto de tu seno. Que todos los pueblos te reconozcan como Madre.
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