Música para meditar

miércoles, 28 de mayo de 2014

Miércoles VI Semana de Pascua

Lecturas Hechos 17, 15.22 - 18, 1 Salmo 148 - Juan 13, 1-15
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío.
Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’”.

Ruminatio
“[…]los introducirá en toda la verdad”

Custodiar
LETANÍA AL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu es como el viento
sopla donde quiere y oyes su voz
pero no sabes de dónde viene ni adónde va
hay que ser como hojas secas y dejarse llevar

Espíritu Santo, ven a nosotros, (ven a nosotros)
don del amor, ven a nosotros, (ven a nosotros)
fuente de gracia, ven a nosotros, (ven a nosotros)
Consolador, ven a nosotros, (ven a nosotros)
santificador, ven a nosotros, (ven a nosotros)
alma de la Iglesia, ven a nosotros, (ven a nosotros)

Ven Espíritu a nuestras almas
quema nuestros corazones
con el fuego de tu amor
ayúdanos a amarnos de verdad
haz del nuestro un Pueblo Santo
que viva en la unidad

Ven a nosotros, alégranos
haz que vivamos en el amor.
Letra: Misioneras diocesanas
Comentario
“¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!”
Queridos hermanos:
Como saben, fui como peregrino a Tierra Santa. Doy gracias a Dios y a cuantos lo han hecho posible. Esta peregrinación tenía tres propósitos:
El primero, conmemorar el encuentro del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras, hace 50 años, un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad de los cristianos. Con tal motivo, junto al actual Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, hemos rezado pidiendo al Buen Pastor la fuerza necesaria para proseguir con tesón hacia la plena comunión.
El segundo propósito ha sido animar el proceso de paz en Oriente Medio. He querido llevar a todos en el corazón, exhortándolos a ser artesanos de la paz y agradeciendo a las autoridades los esfuerzos en favor de los refugiados y su compromiso por apaciguar los conflictos. Además, he invitado a los presidentes de Israel y de Palestina a venir al Vaticano, para rezar juntos por la paz.
El tercer propósito ha sido confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresarles la gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de esperanza y caridad.
[…] Invito a todos a pedir al Señor por nuestros hermanos de Tierra Santa, por la paz en Oriente Medio y por la unidad de los cristianos. Muchas gracias.
En vísperas ya de concluir el mes mariano…
-        queridos jóvenes “que la Madre de Dios sean su refugio en los momentos más difíciles”.
-          queridos enfermos, “que los sostenga, para que afronten con valentía su cruz cotidiana”
-   queridos recién casados “que sea su referencia, para que sus familias sean hogares de oración y comprensión recíproca”
Papa Francisco , 28/05/2014, Audiencia General

Referencia


jueves, 22 de mayo de 2014

Jueves V Semana de Pascua

Lecturas Hechos 15, 7-21 Salmo 95 Juan 15, 9-11
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”.
Ruminatio
Permanezcan en mi amor
CUSTODIAR
La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios
Comentario
Custodia Señor el Espíritu Santo en nosotros, la gracia y paz que nos has regalado, para que no seamos cristianos avinagrados.
Jesús, antes de subir el Cielo, habló de tantas cosas, pero sobre todo reiteró “tres palabras clave”: paz, amor y alegría.
Jesús añade una cosa sobre el amor nueva y nos dice: “No sólo amen, sino permanezcan en mi amor”: La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir, respirar, vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese aire. Permanecer en el amor de Dios, con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor. Y añade... Y ¿cómo es su amor? “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes” - un amor que viene del Padre. La relación de amor entre él y el Padre es la relación de amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que permanezcamos en este amor que viene del Padre.
Paz y amor que no vienen del mundo, sino que vienen del Padre y de Jesús, que nos exhorta a permanecer en su amor. Amor que nos lleva a cumplir los mandamientos.
La alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud... como ya dije alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado, siempre con cara así... con el ceño fruncido... también el alma es así... allí está lo feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano. La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las persecuciones.
Paz, amor y alegría son tres palabras que nos deja Jesús, con el don del Espíritu Santo: El gran olvidado de nuestra vida. Tendría ganas de preguntarles: ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? No levanten la mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la oración le pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que el Señor custodie al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé esta gracia: custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz
Papa Francisco , 22/05/2014, Homilía  en la casa Santa Marta

Referencia


martes, 20 de mayo de 2014

Martes V de Pascua

Lecturas Hechos 14, 19-28 Salmo 144 Juan 14, 27-31a
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a los discípulos:
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí”.
Ruminatio
Les dejo la paz, les doy mi paz.
Para custodiar
¡La paz de Jesús es una Persona, es el Espíritu Santo!
La presencia del Espíritu hace que nuestro corazón esté en paz
Comentario
La paz de Jesús no es la de este mundo, la que se afianza en las cosas materiales, dinero y poder. Es una paz completamente distinta de la paz que da el mundo: “Por ejemplo… la paz de las riquezas… estoy en paz porque tengo todo arreglado para vivir, para toda mi vida, no tengo que preocuparme... Ésta es una paz que da el mundo. No te preocupas, no tendrás problemas porque tienes tanto dinero... La paz de la riqueza. Y Jesús nos dice que no nos fiemos de esta paz, porque con gran realismo nos dice: ¡Miren que hay ladrones... Los ladrones pueden robarte tus riquezas! La paz que da el dinero no es una paz definitiva. Piensen también en que el metal se oxida ¿no? ¿Qué quiere decir? ¡Que ante una caída de la Bolsa todo tu dinero se irá! ¡No es una paz segura: es una paz superficial, temporal!
La paz mundana abarca características que nos muestran que no es definitiva. La paz del poder, que no funciona, que por ejemplo termina con un golpe de estado. La de Herodes, que acaba cuando los Magos le dicen que ha nacido el Rey de Israel. La paz de la vanidad, que se tambalea según me sienta apreciado o insultado.
Sin embargo la paz que nos da Jesús es el Espíritu Santo: ¡La paz de Jesús es una Persona, es el Espíritu Santo! El mismo día de su Resurrección, Él viene al Cenáculo y su saludo es: ‘La paz esté con ustedes. Reciban al Espíritu Santo’. Ésta es la paz de Jesús: es una Persona, es un regalo grande. Y cuando el Espíritu Santo está en nuestro corazón, nadie puede arrebatarnos la paz ¡nadie! ¡Es una paz definitiva! ¿Cuál es nuestro trabajo? Custodiar esta paz ¡custodiarla! Es una paz grande, una paz que no es mía, es de otra Persona que me la regala, de otra Persona que está dentro de mi corazón y que me acompaña toda la vida. ¡Me la dio el Señor!»
Esta paz se recibe con el Bautismo y con la Confirmación, pero sobre todo se recibe como un niño recibe un regalo – sin condiciones, con el corazón abierto […] hay que custodiar al Espíritu Santo, sin enjaularlo, pidiéndole ayuda a este ‘gran regalo’ de Dios: Si ustedes tienen esta paz del Espíritu, si tienen al Espíritu dentro de ustedes y tienen conciencia de esto, que no se turbe el corazón de ustedes ¡Estén seguros! Pablo nos decía que para entrar en el Reino de los Cielos es necesario pasar por tantas tribulaciones. Pero todos, todos nosotros, tenemos tantas ¡todos! Más pequeñas... más grandes... Pero que no se turbe el corazón de ustedes: y ésa es la paz de Jesús. La presencia del Espíritu hace que nuestro corazón esté en paz. ¡No anestesiado, no! Consciente, en paz: con esa paz que sólo da la presencia de Dios
Papa Francisco , 20/05/2014, Homilía  en la casa Santa Marta

Referencia


Oración al Espíritu Santo (Dona la Pace)

 En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Jaculatoria Inicial
+ Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
* Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido
+ Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Oración
Dona la Pace
Dona la pace (el amore), dona la pace,
ai nostri cuori (al mundo entero), o Signore!
Resta qui, insieme a noi,
resta qui, insieme a noi,
e la pace (el amore) regnera!


Danos la paz, danos la paz,
a nuestro corazón, o Señor!
Quédate aquí, con nosotros,
quédate aquí, con nosotros,
y la paz reinara!

Invocación
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
*Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.
Oremos:
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo: haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración Final
+ Oh Virgen Santa
* Tan hermosa, que Dios te eligió como Esposa y Madre; tan fecunda, que el mundo entero recibe el fruto de tu seno. Que todos los pueblos te reconozcan como Madre.

domingo, 11 de mayo de 2014

Homilía del Papa Francisco en la ordenación presbiteral del 11/05/2014


Queridos hermanos, estos nuestros hijos y hermanos han sido llamados la orden del presbiterado. Como ustedes saben bien, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento, pero también en Él todo el pueblo santo de Dios ha sido establecido pueblo sacerdotal. No menos importante entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiere escoger algunos en particular, para que ejercitando públicamente en la iglesia su nombre y el oficio sacerdotal en favor de todos los hombres para continúen su misión personal de Maestro, Sacerdote y Pastor. Después de una profunda reflexión vamos a elevar al Orden de los Presbíteros a nuestros hermanos, para que al servicio de Cristo, Sacerdote y Pastor, cooperen en la edificación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia de Cristo: el pueblo de Dios es el templo santo en el Espíritu. Ellos, de hecho, serán configurados a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es decir, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento. Y con este título que les une a su obispo en el sacerdocio, serán predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios y presidirán los actos de culto, sobre todo la celebración del sacrificio del Señor.

En cuanto a ustedes, amados hijos, que van a ser promovidos al orden sacerdotal, consideren que por el ejercicio del ministerio de la sagrada doctrina van a ser partícipes de la misión de Cristo, el único Maestro. Dispensarán a todos aquella palabra de Dios, que ustedes mismos han recibido con alegría, de sus madres, de sus catequistas. Lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor para creer lo que han leído, para enseñar lo que ha aprendido en la fe, para vivir lo que han enseñado. ¡Sea, por lo tanto, alimento para el pueblo de Dios su doctrina, que no es suya y ustedes no son dueños de la doctrina! Es la doctrina del Señor y ustedes han de ser fieles a la doctrina del Señor. Sea, por lo tanto, alimento para el pueblo de Dios su doctrina. La alegría y el apoyo a los fieles de Cristo, el perfume de sus vidas, porque con la palabra y el ejemplo edificarán la casa de Dios, que es la Iglesia. Y así ustedes van a continuar la obra santificadora de Cristo. A través de su ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque unido al sacrificio de Cristo, con sus manos, en nombre de toda la Iglesia, se ofrece en el altar de la celebración de los santos misterios. Reconozcan, pues, lo que realicen, imiten lo que celebran, porque participando al misterio de la muerte y resurrección del Señor, llevarán la muerte de Cristo en sus miembros y caminarán con Él en una vida nueva.

Con el Bautismo agregarán nuevos fieles al pueblo de Dios; con el Sacramento de la Penitencia perdonarán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y aquí me quiero detener y pedirles que, por el amor de Jesucristo, no se cansen nunca de ser misericordiosos. Por favor, tengan esa capacidad de perdón que tuvo el Señor, que ¡no vino a condenar sino para perdonar! Tengan misericordia, tanta misericordia Y si les viene el escrúpulo de ser demasiado “perdonadores” piensen en el santo cura del que les hablé que iba delante del Santísimo y decía: “Señor, perdóname si he perdonado demasiado, pero eres tú el que me ha dado el mal ejemplo de perdonar tanto”. Es así. Pero yo les digo verdaderamente, que siento tanto dolor cuando encuentro gente que no va a confesarse porque ha sido maltratada, muy mal, regañada; ¡han visto como les cerraban las puertas de la Iglesia en la cara! Por favor no hagan esto: misericordia, misericordia. El buen pastor entra por la puerta y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor: si ustedes no entran en su ministerio por las llagas del Señor, ustedes no serán buenos pastores. Con el óleo santo darán alivio a los enfermos; celebrando los ritos sagrados y rezando la liturgia de las horas, serán la voz del pueblo de Dios, y de toda la humanidad. Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres para atender las cosas de Dios, ejerciten con alegría y caridad la obra sacerdotal de Cristo, buscando agradar a Dios y no a ustedes mismos.

Y piensen en lo que decía San Agustín de los pastores que buscaban agradarse a sí mismos y usaban las ovejas del Señor como alimento y para vestirse y para tener majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios. Participando en la misión de Cristo en comunión con su obispo empéñense en formar una sola familia, para unir a los fieles para conducirle a Dios Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo.

Tengan siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor,
que no ha venido para ser servido,

sino para buscar y salvar a los que están perdidos.


Jornada de Oración por las Vocaciones


11 DE MAYO DE 2014 – IV DOMINGO DE PASCUA

Tema: Vocaciones, testimonio de la verdad

Queridos hermanos y hermanas:

1. El Evangelio relata que «Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen pastor”. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”» (Mt 9,35-38). Estas palabras nos sorprenden, porque todos sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a su debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que «la mies es abundante». ¿Pero quién ha trabajado para que el resultado fuese así? La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es causa del «mucho fruto» es la gracia de Dios, la comunión con él (cf.Jn 15,5). Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino. San Pablo, que fue uno de estos «colaboradores de Dios», se prodigó incansablemente por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Con la conciencia de quien ha experimentado personalmente hasta qué punto es inescrutable la voluntad salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es el origen de toda vocación, el Apóstol recuerda a los cristianos de Corinto: «Vosotros sois campo de Dios» (1 Co 3,9). Así primero nace dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante que sólo Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos precede; por último, la adoración por la obra que él ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y por él.

2. Muchas veces hemos rezado con las palabras del salmista: «Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 100,3); o también: «El Señor se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya» (Sal 135,4). Pues bien, nosotros somos «propiedad» de Dios no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de alianza que permanece eternamente «porque su amor es para siempre» (cf. Sal 136). En el relato de la vocación del profeta Jeremías, por ejemplo, Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en nosotros. La imagen elegida es la rama de almendro, el primero en florecer, anunciando el renacer de la vida en primavera (cf. Jr 1,11-12). Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, pero —asegura el Apóstol— «vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios» (1 Co 3,23). He aquí explicado el modo de pertenecer a Dios: a través de la relación única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva. Es Cristo, por lo tanto, quien continuamente nos interpela con su Palabra para que confiemos en él, amándole «con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser» (Mc 12,33). Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios. Es un «éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor y de servicio a él en los hermanos y hermanas» (Discurso a la Unión internacional de superioras generales8 de mayo de 2013). Por eso, todos estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón (cf. 1 P 3,15) para dejarnos alcanzar por el impulso de la gracia que anida en la semilla de la Palabra, que debe crecer en nosotros y transformarse en servicio concreto al prójimo. No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra colaboración.

3. También hoy Jesús vive y camina en nuestras realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos, comenzando por los últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están bien dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que resuena en la Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación. Os invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros transformar interiormente por sus palabras que «son espíritu y vida» (Jn 6,63). María, Madre de Jesús y nuestra, nos repite también a nosotros: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). Os hará bien participar con confianza en un camino comunitario que sepa despertar en vosotros y en torno a vosotros las mejores energías. La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35)?

4. Queridos hermanos y hermanas, vivir este «“alto grado” de la vida cristiana ordinaria» (cf. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31), significa algunas veces ir a contracorriente, y comporta también encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús mismo nos advierte: La buena semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada por el Maligno, bloqueada por las tribulaciones, ahogada por preocupaciones y seducciones mundanas (cf. Mt 13,19-22). Todas estas dificultades podrían desalentarnos, replegándonos por sendas aparentemente más cómodas. Pero la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales» (Homilía en la misa para los confirmandos, 28 de abril de 2013). A vosotros obispos, sacerdotes, religiosos, comunidades y familias cristianas os pido que orientéis la pastoral vocacional en esta dirección, acompañando a los jóvenes por itinerarios de santidad que, al ser personales, «exigen una auténtica pedagogía de la santidad, capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe integrar las riquezas de la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte31).

Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser «terreno bueno» para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida, tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con este deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 15 de Enero de 2014

FRANCISCO


Oración al Espíritu Santo por las vocaciones

Jaculatoria Inicial
+ El banquete del Señor
* Es la unidad del Cuerpo de Cristo, visible en el sacramento del altar y en el vínculo de la paz.

Canción


Oración
¡Espíritu Santo! Jesús invita a los hombres a seguirle. A uno invita a dejar las redes de pesca, a otro el campo, a un tercero la mesa de recaudaciones; a todos llama personalmente. Él pronuncia las palabras de invitación: “Ven, sígueme” (Mt 4,19). Y ellos siguen la llamada y aceptan sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones religiosas. Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los corazones de los jóvenes.
Tú confieres a cada uno tus dones según tu beneplácito, y nadie llega al sacerdocio o al estado religioso sin tu moción, sin tu impulso amoroso y sin tu guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es necesaria tu acción. Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con generosidad el llamado y vivir con alegría su vocación.
Consérvales el primer amor a Cristo, para que perseveren fieles y lleven mucho fruto, como los sarmientos que permanecen unidos a la vid.
Enciende en nosotros la luz de la gracia, derrama amor en el corazón vacío, y robustece siempre con tu fuerza la debilidad de nuestro cuerpo. Amén.
Oremos:
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo: haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Jaculatoria Final
+ Oh Virgen Santa
* Tan hermosa, que Dios te eligió como Esposa y Madre; tan fecunda, que el mundo entero recibe el fruto de tu seno. Que todos los pueblos te reconozcan como Madre.