Lecturas Hebreos 5, 7-9 Salmo 30
Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
“Mujer, aquí tienes a
tu hijo”.
Luego dijo al discípulo:
“Aquí tienes a tu
madre”.
Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
Comentario
[…]¿Por ventura no fueron peores
que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y
penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan
en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en
lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple
hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma,
tan sensible, estas palabras, cuando aún nuestro pecho, duro como la piedra o
el hierro, se parte con sólo recordarlas?
De los Sermones de san Bernardo, abad
Comentario
La Liturgia después de habernos mostrado la Cruz
gloriosa, nos hace ver a la Madre humilde y mansa.
En la Carta a los hebreos, se subraya tres palabras
fuertes… “aprendió, obedeció y padeció”…También la Madre… participa en este camino
del Hijo: aprendió, sufrió y obedeció. Y se convierte en Madre.
El Evangelio nos muestra a María a los pies de la
Cruz. Jesús dice a Juan: “He aquí tu madre”. María es ungida Madre.
Nosotros no somos huérfanos, tenemos Madres: la Madre María… y la Iglesia. La Iglesia
es Madre…también…es ungida como Madre cuando recorre el mismo camino de Jesús y
de María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento; y cuando tiene
esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor.
Estas dos
mujeres – María y la Iglesia –nos dan a Cristo, generan a Cristo en nosotros. Sin María, no habría existido Jesucristo; sin la Iglesia no podemos ir
adelante.
Papa Francisco, 15/09/2014, Homilía en la casa Santa
Marta
Referencia: Homilía completa