Música para meditar

lunes, 15 de septiembre de 2014

Nuestra Señora de los Dolores

Lecturas Hebreos 5, 7-9  Salmo 30  
Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
“Mujer, aquí tienes a tu hijo”.
Luego dijo al discípulo:
“Aquí tienes a tu madre”.
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Comentario
[…]¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aún nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?
De los Sermones de san Bernardo, abad
Comentario
La Liturgia después de habernos mostrado la Cruz gloriosa, nos hace ver a la Madre humilde y mansa.
En la Carta a los hebreos, se subraya tres palabras fuertes… “aprendió, obedeció y padeció”…También la Madre… participa en este camino del Hijo: aprendió, sufrió y obedeció. Y se convierte en Madre.
El Evangelio nos muestra a María a los pies de la Cruz. Jesús dice a Juan: “He aquí tu madre”. María es ungida Madre.
Nosotros no somos huérfanos, tenemos Madres: la Madre María… y la Iglesia. La Iglesia es Madre…también…es ungida como Madre cuando recorre el mismo camino de Jesús y de María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento; y cuando tiene esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor.
Estas dos mujeres – María y la Iglesia –nos dan a Cristo, generan a Cristo en nosotros. Sin María, no habría existido Jesucristo; sin la Iglesia no podemos ir adelante.
Papa Francisco, 15/09/2014, Homilía en la casa Santa Marta

Referencia: Homilía completa


domingo, 14 de septiembre de 2014

La Exaltación de la Cruz

Lecturas Números 21, 4b-9  Salmo 77  Filipos 2,6-11
Juan 3, 13-17
Jesús dijo:
“Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,  para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.




Comentario
El 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Alguna persona no cristiana podría preguntarnos: ¿por qué “exaltar” la cruz?
Podemos responder […]nosotros no exaltamos las cruces, sino “la” Cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios. Y ésta es nuestra esperanza.
[…]Y cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación
Papa Francisco, 14/09/2014, Angelus
Referencia

Comentario
Mirar con fe al crucificado
La fiesta que hoy celebramos los cristianos es incomprensible… para quien desconoce el significado de la fe cristiana en el Crucificado. ¿Qué sentido puede tener celebrar una fiesta que se llama “Exaltación de la Cruz” en una sociedad que busca apasionadamente el “confort” la comodidad y el máximo bienestar?
Cuando los cristianos miramos al Crucificado no ensalzamos el dolor, la tortura y la muerte, sino el amor, la cercanía y la solidaridad de Dios que ha querido compartir nuestra vida y nuestra muerte hasta el extremo.
No es el sufrimiento el que salva sino el amor de Dios que se solidariza con la historia dolorosa del ser humano… La crucifixión es el acontecimiento en el que mejor se nos revela su amor.
En esos brazos extendidos que ya no pueden abrazar a los niños
y en esas manos que ya no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos,
los cristianos “contemplamos” a Dios con sus brazos abiertos
para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantos sufrimientos.
Esta fidelidad al Crucificado no es dolorista sino esperanzada.
José Antonio Pagola
Referencia


Frase
“[…]Dios amó tanto al mundo…”
Reflexión
¿Por qué dudo del amor de Dios?
Las lectura del día de hoy nos recuerdan que "Dios amó a la humanidad". Muchas veces, esas palabras no las hacemos propias; es decir, no leemos estas palabras de este modo:  "Dios me ama". Dudamos de ese amor.  Creemos que Dios ama la humanidad y hasta lo anunciamos; pero ¿a mí?
La cruz es el signo del amor de Dios por la humanidad. Esa cruz que colgamos en nuestros cuellos (o esos crucifijos que colocamos en nuestras casas) es el signo que nos recuerda a cada uno: "Dios nos ama". Cada vez que miremos una cruz, que ese signo nos recuerde el amor Dios por cada uno. No dudes en incluirte: somos amado por Dios; eso nos recuerda la cruz de Jesús. 
Cada vez que dudemos del amor de Dios, contempla la Cruz, la Cruz de Jesús, que nos recuerda: "Dios nos ama". Entonces ¿por qué andamos, por ahí, mendigando amor?