Música para meditar
domingo, 7 de diciembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
Nuestra Señora de los Dolores
Lecturas Hebreos 5, 7-9 Salmo 30
Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
“Mujer, aquí tienes a
tu hijo”.
Luego dijo al discípulo:
“Aquí tienes a tu
madre”.
Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
Comentario
[…]¿Por ventura no fueron peores
que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y
penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan
en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en
lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple
hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma,
tan sensible, estas palabras, cuando aún nuestro pecho, duro como la piedra o
el hierro, se parte con sólo recordarlas?
De los Sermones de san Bernardo, abad
Comentario
La Liturgia después de habernos mostrado la Cruz
gloriosa, nos hace ver a la Madre humilde y mansa.
En la Carta a los hebreos, se subraya tres palabras
fuertes… “aprendió, obedeció y padeció”…También la Madre… participa en este camino
del Hijo: aprendió, sufrió y obedeció. Y se convierte en Madre.
El Evangelio nos muestra a María a los pies de la
Cruz. Jesús dice a Juan: “He aquí tu madre”. María es ungida Madre.
Nosotros no somos huérfanos, tenemos Madres: la Madre María… y la Iglesia. La Iglesia
es Madre…también…es ungida como Madre cuando recorre el mismo camino de Jesús y
de María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento; y cuando tiene
esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor.
Estas dos
mujeres – María y la Iglesia –nos dan a Cristo, generan a Cristo en nosotros. Sin María, no habría existido Jesucristo; sin la Iglesia no podemos ir
adelante.
Papa Francisco, 15/09/2014, Homilía en la casa Santa
Marta
Referencia: Homilía completa
domingo, 14 de septiembre de 2014
La Exaltación de la Cruz
Lecturas
Números 21, 4b-9 Salmo 77 Filipos 2,6-11
Juan 3, 13-17
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Jesús dijo:
“Nadie
ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que
está en el cielo.
De
la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan
Vida eterna.
Sí,
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque
Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él”.
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Comentario
El 14 de
septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Alguna persona no cristiana podría preguntarnos: ¿por qué “exaltar” la cruz?
Podemos
responder […]nosotros no exaltamos las cruces, sino
“la” Cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios. Y ésta es nuestra
esperanza.
[…]Y
cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos
el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación
Papa Francisco, 14/09/2014, Angelus
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Referencia
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Comentario
Mirar con fe al crucificado
La fiesta que hoy celebramos los cristianos es
incomprensible… para quien desconoce el significado de la fe cristiana en el
Crucificado. ¿Qué sentido puede tener
celebrar una fiesta que se llama “Exaltación de la Cruz” en una sociedad que
busca apasionadamente el “confort” la comodidad y el máximo bienestar?
Cuando los cristianos miramos al Crucificado no
ensalzamos el dolor, la tortura y la muerte, sino el amor, la cercanía y la
solidaridad de Dios que ha querido compartir nuestra vida y nuestra muerte
hasta el extremo.
No es el sufrimiento el que salva sino el amor de Dios que se
solidariza con la historia dolorosa del ser humano… La crucifixión es el
acontecimiento en el que mejor se nos revela su amor.
En
esos brazos extendidos que ya no pueden abrazar a los niños
y
en esas manos que ya no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los
enfermos,
los
cristianos “contemplamos” a Dios con sus brazos abiertos
para
acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantos
sufrimientos.
Esta fidelidad al Crucificado no es dolorista sino esperanzada.
José Antonio Pagola
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Referencia
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Frase
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“[…]Dios amó tanto al mundo…”
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Reflexión
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¿Por qué dudo del amor de Dios?
Las lectura del día de hoy nos recuerdan que "Dios amó a la humanidad". Muchas veces, esas palabras no las hacemos propias; es decir, no leemos estas palabras de este modo: "Dios me ama". Dudamos de ese amor. Creemos que Dios ama la humanidad y hasta lo anunciamos; pero ¿a mí?
La cruz es el signo del amor de Dios por la humanidad. Esa cruz que colgamos en nuestros cuellos (o esos crucifijos que colocamos en nuestras casas) es el signo que nos recuerda a cada uno: "Dios nos ama". Cada vez que miremos una cruz, que ese signo nos recuerde el amor Dios por cada uno. No dudes en incluirte: somos amado por Dios; eso nos recuerda la cruz de Jesús.
Cada vez que dudemos del amor de Dios, contempla la Cruz, la Cruz de Jesús, que nos recuerda: "Dios nos ama". Entonces ¿por qué andamos, por ahí, mendigando amor?
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domingo, 15 de junio de 2014
Santísima Trinidad
Oración al Espíritu Santo (Dame tus ojos)
saludo inicial
+ En el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Invocación al
espíritu Santo
+ Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
*Envía
tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.
Oremos: Oh Dios, que iluminaste los
corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo: haznos dóciles a tu
Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
Canción
Dame
tus Ojos
Dame
tus ojos quiero ver
dame
tus palabras quiero hablar
dame
tú parecer.
Dame
tus pies yo quiero ir
dame
tus deseos para sentir
dame
tú parecer
Dame
lo que necesito
para
ser como vos.
Dame
tú voz dame tú aliento
toma
mi tiempo es para ti
dame
el camino que debo seguir
dame
tus sueños tus anhelos
tus
pensamientos
tú sentir
dame
tú vida para vivir.
Déjame
ver lo que tú ves
dame
de tu gracia, tú poder
dame
tú corazón.
Déjame
ver en tú interior
para
ser cambiado
por
tu amor
dame
tu corazón
dame
lo que necesito
para
ser como vos.
Dame
tus ojos quiero ver
dame
tú parecer.
Oración Final
+ Oh Virgen Santa
* Tan hermosa, que Dios te eligió como Esposa y
Madre; tan fecunda, que el mundo entero recibe el fruto de tu seno. Que todos
los pueblos te reconozcan como Madre.
sábado, 14 de junio de 2014
Mensaje del Papa para la Jornada Misionera Mundial
Jornada Misionera Mundial
Los orígenes de esta Jornada remontan al año 1926, cuando la Obra de la Propagación de la Fe, por sugerencia del Círculo misionero del Seminario de la ciudad italiana de Sassari, propuso al Papa Pio XI convocar una jornada anual a favor de la actividad misionera de la Iglesia universal. La petición fue acogida favorablemente y el año sucesivo (1927) fue celebrada la primera “Jornada Misionera Mundial para la propagación de la fe”, estableciendo que esta se conmemore cada penúltimo domingo de octubre, tradicionalmente reconocido como mes misionero por excelencia.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la iglesia están llamados a participar, ya que la iglesia es misionera por naturaleza: la iglesia ha nacido "en salida". La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (cf.10,21-23).
1. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora, Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra..." (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!"» (Lc 10,20-21.23).
Son tres las escenas que presenta san Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. De esta forma Jesús quiere hacer partícipes de su alegría a los discípulos, que es diferente y superior a la que ellos habían experimentado.
2. Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se le ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Lc 10,21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.
Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los "pequeños" son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado "benditos". Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.
3. «Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» (Lc 10,21). Las palabras de Jesús deben entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los hombres con el mismo amor que Él tiene para el Hijo. Además, Lucas nos recuerda el júbilo similar de María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador » (Lc 1,47). Se trata de la Buena Noticia que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador por excelencia, encuentra a Isabel y cantando el Magnificat exulta de gozo en el Espíritu Santo. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y por tanto su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que se realiza, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros, y por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la Trinidad.
El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (11,28-30). «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).
De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en "causa nostrae laetitiae". Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de alegría?
4. «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de aprovechar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son los que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres que esperan.
En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.
5. «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor.
Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales. ¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el "primer amor" con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.
Dirigimos nuestra oración a María, modelo de evangelización humilde y alegre, para que la Iglesia sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.
Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés
FRANCISCUS PP.
Sábado X Semana del Tiempo Ordinario
Lecturas
1 Reyes 19, 19-21 Salmo 15 - Mateo 5, 33-37
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Ustedes han oído también que se
dijo a los antepasados:
"No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al
Señor".
Pero yo les digo:
“No juren de ningún modo:
ni por el cielo, porque es el trono de Dios,
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
No jures tampoco por tu cabeza,
porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus
cabellos.
Cuando ustedes digan «sí», que sea sí,
y cuando digan «no», que sea no.
Todo lo que se dice de más, viene del Maligno”
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Ruminatio
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Cuando
ustedes digan “sí”, que sea sí,
y
cuando digan “no”, que sea no.
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Custodiar
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Coherencias
en mis compromisos
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Comentario
Cuando el Señor
quiere confiarnos una misión, “nos prepara” para hacerla “bien”, y nuestra
respuesta debe estar basada en la oración y la fidelidad.
Se puede ser un día valientes opositores de la
idolatría en servicio de Dios y al día siguiente estar deprimidos hasta el
punto de querer morir porque alguien, en el curso de nuestra misión, nos ha
asustado. Para equilibrar
estos dos extremos de la fuerza y fragilidad humana está y estará siempre
Dios, siempre que se permanezca fieles a Él.
El Señor prepara el alma, prepara el corazón, y
lo prepara en la prueba, lo prepara en la obediencia, lo prepara en la
perseverancia
El
Señor, cuando nos quiere dar una misión, cuando nos quiere dar un trabajo,
nos prepara. Nos prepara para hacerlo bien.
La diferencia entre la misión apostólica que el Señor nos
da y una tarea
[…] usted tiene que realizar esta tarea, debe hacer esto..., una tarea
humana, honesta, buena... Cuando el Señor da una misión, siempre nos hace
entrar en un proceso, un proceso de purificación, un proceso de discernimiento,
un proceso de obediencia, un proceso de oración.
Y la fidelidad
a este proceso es aquella de dejarnos conducir por el Señor.
Que el
Señor nos conceda la gracia de dejarnos preparar todos los días del camino de
nuestra vida, para que podamos dar testimonio de la salvación de Jesús.
Papa Francisco , 13/06/2014, Homilía en
la casa Santa Marta
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