1 Samuel 24
- Reconocer
La lectura nos narra una escena en la cual David tiene que decidir sobre dos opciones: la primera opción es "Yo te entrego a tu enemigo en tu poder; trátale como te parezca" y la segunda opción es "Dios me libre de hacerle algún daño, por que él es el ungido del Señor".
Frente a estas dos opciones, David opta por la segunda opción: "Hoy mismo puedes ver con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos en la cueva. Me incitaron a matarte, pero yo te he respetado [...] Tú, en cambio, intentas a toda costa quitarme la vida".
- Masticar
Por eso, durante esta jornada quisiera rumiar estas palabras:
"Me incitaron a [crear un muro] pero yo [opto por un puente]"
- Dejarse Interrogar
Comentario del Papa Francisco
¿Un puente o un muro?
No es fácil construir el diálogo con los demás, especialmente si nos
divide el rencor. Pero el
cristiano busca siempre el camino de escucha y reconciliación, con humildad y docilidad, porque eso es lo
que nos ha enseñado Jesús.
Me rompo, pero no me doblego, afirma un cierto dicho popular. Me doblego para no romperme, sugiere la sabiduría cristiana.
Dos modos de entender
la vida:
1. El
primero, con su dureza,
fácilmente destinado a levantar muros de incomunicación entre las personas,
hasta la degeneración del odio.
2. El segundo proclive a tender puentes de
comprensión, también después de un altercado, una discusión. Pero, a condición
de buscar y practicar “la humildad”.
Al centro de la lectura litúrgica, nuevamente el enfrentamiento entre el
Rey Saúl y David. El segundo, en un arranque, tiene ocasión de
matar al primero pero, escoge
otro camino: el camino de
acercarse, de esclarecer la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz. Para dialogar es necesaria
la docilidad, sin gritar. Es necesario pensar que también la otra persona tiene
más que yo, y David lo pensaba: ‘Él es el ungido del Señor, es más importante
que yo’. La
humildad, la docilidad para dialogar.
Todos sabemos que para hacer esto es necesario tragarse tantas cosas.
Pero, debemos hacerlo, porque la
paz se consigue así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en
el otro la imagen de Dios”.
“Dialogar es difícil”. Pero peor
es dejar crecer en el corazón el rencor. De esta manera nos quedamos aislados en este caldo amargo de nuestro
resentimiento. Un cristiano, en cambio, tiene como modelo a David, que vence el odio con un acto de humildad: Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es
fácil. Jesús
lo hizo: se humilló hasta el final, nos hizo ver el camino. Y es necesario que no pase
tanto tiempo: cuando
existe el problema, lo más pronto posible, en el momento en el que se pueda
hacer, después que la tormenta ha pasado, acercarse al diálogo, porque el
tiempo hace crecer el muro, así como hace crecer la mala hierba que impide el
crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la
reconciliación: ¡es muy difícil!”.
No es un problema si alguna vez los platos vuelan en familia, en las
comunidades, entre los vecinos. Lo importante es “buscar la paz lo más pronto posible”, con
una palabra, un gesto. Un puente antes que un muro…
¿Un puente o un muro?
No es fácil construir el diálogo con los demás, especialmente si nos
divide el rencor. Pero el
cristiano busca siempre el camino de escucha y reconciliación, con humildad y docilidad, porque eso es lo
que nos ha enseñado Jesús.
Me rompo, pero no me doblego, afirma un cierto dicho popular. Me doblego para no romperme, sugiere la sabiduría cristiana.
Dos modos de entender
la vida:
1. El
primero, con su dureza,
fácilmente destinado a levantar muros de incomunicación entre las personas,
hasta la degeneración del odio.
2. El segundo proclive a tender puentes de
comprensión, también después de un altercado, una discusión. Pero, a condición
de buscar y practicar “la humildad”.
Al centro de la lectura litúrgica, nuevamente el enfrentamiento entre el
Rey Saúl y David. El segundo, en un arranque, tiene ocasión de
matar al primero pero, escoge
otro camino: el camino de
acercarse, de esclarecer la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz. Para dialogar es necesaria
la docilidad, sin gritar. Es necesario pensar que también la otra persona tiene
más que yo, y David lo pensaba: ‘Él es el ungido del Señor, es más importante
que yo’. La
humildad, la docilidad para dialogar.
Todos sabemos que para hacer esto es necesario tragarse tantas cosas.
Pero, debemos hacerlo, porque la
paz se consigue así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en
el otro la imagen de Dios”.
“Dialogar es difícil”. Pero peor
es dejar crecer en el corazón el rencor. De esta manera nos quedamos aislados en este caldo amargo de nuestro
resentimiento. Un cristiano, en cambio, tiene como modelo a David, que vence el odio con un acto de humildad: Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es
fácil. Jesús
lo hizo: se humilló hasta el final, nos hizo ver el camino. Y es necesario que no pase
tanto tiempo: cuando
existe el problema, lo más pronto posible, en el momento en el que se pueda
hacer, después que la tormenta ha pasado, acercarse al diálogo, porque el
tiempo hace crecer el muro, así como hace crecer la mala hierba que impide el
crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la
reconciliación: ¡es muy difícil!”.
No es un problema si alguna vez los platos vuelan en familia, en las
comunidades, entre los vecinos. Lo importante es “buscar la paz lo más pronto posible”, con
una palabra, un gesto. Un puente antes que un muro…
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