Música para meditar

lunes, 3 de febrero de 2014

David huye de Jerusalén

EJERCICIO: Lectio VOCATIONALIS
Lectura 2 Samuel 15, 13-14.30; 16, 5-13
1) Esperar
David huye de Jerusalén
Introducción
Cuando David recibió esta noticia:
“Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón
Nudo
dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén:
“¡Rápido huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!”.
Desenlace
David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía

David maldecido por Simei
Introducción
Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá.
Nudo
Mientras salía, iba lanzando maldiciones, y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey. Y al maldecirlo, decía:
“¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla! El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!”.

Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey:
“¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!”
Pero el rey replicó:
“¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: ‘¡Maldice a David!’. ¿Quién podrá entonces reprochárselo?”.
Desenlace
Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores:
“Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor. Quizá el Señor mire con humillación y me devuelve la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él”.
David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costo de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo.

2) Reconocer– Reconocer-se
La lectura nos narra la huida del rey David de Jerusalén. El relato nos aporta datos del porqué David huye, menciona los lugares por donde pasa el rey con sus servidores, describe el encuentro de David con Simei y nos acerca los diálogos de David con los distintos personajes durante el camino, especialmente, durante este encuentro.
Hay un diálogo del rey David durante el camino, que las lecturas omiten, que quiero destacar:
“-Devuelve el arca de Dios a la ciudad. Si el Señor me concede su favor, él hará que yo regrese para ver el arca y su morada; pero si dice que no le agrado, aquí estoy, que haga conmigo lo que quiera” (15, 25)
Estas palabras expresan la actitud de David durante la huida: actitud de abandono confiado a la voluntad del Señor.
El relato nos narra un acontecimiento negativo de persecución de un hijo a su padre; y durante esta realidad David, el padre, mantiene la confianza en Dios y se abandona a su voluntad.

3) Masticar - Alimentarse
“Aquí estoy,
que haga conmigo lo que quiera”.

4)Dejarse Interrogar - Traspasar
¿Por qué desconfío de la voluntad de Dios sobre los acontecimientos de mi vida?
Comentario
El rey David huye porque su hijo Absalón lo ha traicionado. La Primera lectura, tomada del Segundo Libro de Samuel, narra esta “gran traición” y de sus consecuencias.
David está triste porque “también el pueblo” estaba con el hijo en contra del rey. Y siente “como si este hijo estuviese muerto”. Pero “¿cuál es, entonces, la reacción de David ante esta traición del hijo?”.
Tres actitudes.
Ante todo, David, “hombre de gobierno, toma la realidad como es y sabe que esta guerra será muy” dura y “que habrán muchos muertos”. Por lo tanto, “toma la decisión de no hacer morir a su pueblo”. Él “podía luchar en Jerusalén contra las fuerzas de su hijo”, pero decide que Jerusalén no sea destruida: “David, ésta es la primera actitud, para defenderse no usa a Dios ni a su pueblo, y esto significa el amor de un rey por su Dios y su pueblo. Un rey pecador pero también un rey con este amor tan grande: era tan apegado a su Dios y tan apegado a su pueblo y para defenderse no usa ni a Dios ni a su pueblo. En los malos momentos de la vida ocurre que quizás en la desesperación uno busque defenderse como puede y también usar a Dios y usar a la gente. Él no, la primera actitud es ésta: no usar a Dios y a su pueblo”.

Entonces David elige huir. Su segunda actitud es “penitencial”. Sube al monte “llorando”, caminando “con la cabeza cubierta y los pies descalzos”. Y toda la “gente que estaba con él tenía la cabeza cubierta y, subiendo, lloraba”. Es verdaderamente “un camino penitencial”. “Quizás en su corazón había pensado muchas cosas terribles, muchos pecados, que había cometido”, piensa no ser “inocente”. Piensa también que no sea justo que el hijo lo traicione, pero reconoce no ser un santo y “elige la penitencia”: “Esta subida al monte nos hace pensar en esa otra salida de Jesús, también Él adolorido, descalzo, con su cruz subía el monte. Esta actitud penitencial. David acepta estar de luto y llora. Nosotros, cuando en nuestra vida nos pasa algo así buscamos siempre – es un instinto que tenemos – justificarnos. David no se justifica, es realista, busca salvar el arca de Dios, su pueblo, y hace penitencia por ese camino. Es un grande: un gran pecador y un gran santo. Como van juntas estas dos cosas… ¡Dios lo sabe!”.
En el camino, aparece otro personaje: Simei, que lanza piedras contra David y contra todos sus siervos. Es un “enemigo” que va maldiciendo a David. Uno de los amigos del rey afirma, por lo tanto, querer matar a este “desgraciado”, este “perro muerto”. Pero David lo detiene: “en vez de elegir la venganza contra tantos insultos, escoge confiarse en Dios”. Es más, dice dejar que Simei lo maldiga porque “se lo ha ordenado el Señor”. Y agrega: “Él siempre sabe aquello que ocurre, el Señor lo permite”. "Quizás - piensa David - el Señor mirará mi aflicción y me hará del bien en lugar de la maldición de hoy". La tercera actitud de David es entonces el confiarse en el Señor.

El comportamiento de David, también nos puede ayudar, “porque todos nosotros pasamos en la vida” por momentos de oscuridad y de prueba. He aquí entonces las tres actitudes de David: “No negociar a Dios” y “nuestra pertenencia”; “aceptar la penitencia y llorar sobre nuestros errores”; finalmente “no buscar, nosotros, hacer justicia con nuestras manos, sino confiarnos en Dios”: “Es hermoso sentir esto y ver estas tres actitudes:

  1. un hombre que ama a Dios, ama a su pueblo y no lo negocia; 
  2. un hombre que se siente pecador y hace penitencia; 
  3. un hombre que es seguro de su Dios y se confía en Él".
Autor:
Papa Francisco
Fecha:
03/02/2014
Lugar:
Homilía
en la Casa Santa Marta

Referencia




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