EJERCICIO:
Lectio VOCATIONALIS
|
||
Lectura
1 Reyes 2, 1-4.10-12
|
||
El Testamento y muerte de David
Estando ya próximo a su muerte,
David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: “Yo me voy por el camino
de todo el mundo. Sé fuerte y compórtate como un hombre. Observa las
prescripciones del Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, observando sus
preceptos, sus mandamientos, sus leyes y sus instrucciones, según lo que está
escrito en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y en todo
lo que emprendas, y el Señor mantendrá esta palabra que me ha dicho: Si tus
hijos vigilan su conducta, caminando delante de mí con fidelidad, de todo
corazón y con toda su alma, nunca te faltará un descendiente en el trono de
Israel”.
David se fue a descansar con sus padres, y lo enterraron en la Ciudad
de David. Cuarenta años duró su reinado sobre Israel: reinó siete años en
Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón se sentó en el trono de su
padre David, y su realeza quedó firmemente afianzada
|
||
En la Misa presidida esta mañana en la casa de
Santa Marta, el Papa Francisco reflexionó sobre el misterio de la muerte,
invitando a pedir a Dios tres gracias: morir en la Iglesia, morir en la
esperanza y morir dejando la herencia de un testimonio cristiano. En su
homilía, el Papa comentó la primera Lectura del día que relata la muerte de
David, luego de una vida dedicada al servicio a su pueblo. Francisco subrayó
tres cosas: la primera es que David muere “en el regazo de su pueblo”. Vive
hasta el final “su pertenencia al Pueblo de Dios. Había pecado: él mismo se
llama ‘pecador’, pero ¡jamás dejó el Pueblo de Dios!”:“¡Pecador si, traidor
no! Y ésta es una gracia: permanecer hasta el final en el Pueblo de Dios.
Tener la gracia de morir en el regazo de la Iglesia, en el regazo del Pueblo
de Dios. Y éste es el primer punto que quisiera subrayar. Pedir también para
nosotros la gracia de morir en casa. Morir en casa, en la Iglesia. ¡Ésta es
una gracia! ¡Esto no se compra! Es un regalo de Dios y debemos pedirlo:
‘Señor, ¡hazme el regalo de morir en casa, en la Iglesia!’. Pecadores sí,
¡todos, todos lo somos! Pero traidores ¡no! Corruptos ¡no! ¡Siempre dentro! Y
la Iglesia es tan madre que también nos quiere así, tantas veces sucios, pero
la Iglesia nos limpia: ¡es madre!”.
Segunda reflexión: David muere “tranquilo, en
paz, sereno” en la certidumbre de andar “al otro lado con sus” padres. “Ésta
– afirmó el Santo Padre – es otra gracia: la gracia de morir en la esperanza,
en la conciencia” que “en la otra parte nos esperan; al otro lado la casa
continúa, continúa la familia”, no estaremos solos. “Y ésta es una gracia que
debemos pedir – observó – porque en los últimos momentos de la vida sabemos
que la vida es una lucha y el espíritu del mal quiere el botín”: “Santa
Teresita del Niño Jesús decía que, en sus últimos años, en su alma había una
lucha y cuando ella pensaba al futuro, a aquello que le esperaba después de
la muerte, en el cielo, sentía como una voz que decía: ‘Pero no, no seas
tonta te espera la oscuridad. ¡Te espera sólo la oscuridad de la nada!’. Así
dice. Es la voz del diablo, del demonio, que no quería que ella se confiase
en Dios. ¡Morir en la esperanza y morir confiándose en Dios! Y pedir esta
gracia. Pero confiarse en Dios comienza ahora, en las pequeñas cosas de la
vida, también en los grandes problemas: confiarse siempre en el Señor y así
uno adquiere esta costumbre de confiarse en el Señor y crece la esperanza.
Morir en casa, morir en la esperanza”.
La tercera reflexión del Pontífice fue sobre la
herencia que deja David. Hay “tantos escándalos sobre la herencia” – recordó
el Obispo de Roma – “escándalos en las familias, que dividen”. David, en
cambio, “deja la herencia de 40 años de gobierno” y “el pueblo consolidado,
fuerte”. “Un dicho popular - continuó - dice que todo hombre debe dejar en la
vida un hijo, debe plantar un árbol y debe escribir un libro: ¡ésta es la
mejor herencia!”. Por lo tanto invitó a preguntarse: “¿Qué herencia dejo yo a
aquellos que vienen tras de mí? ¿Una herencia de vida? ¿He hecho tanto bien
que la gente me quiere como padre o como madre? ¿He plantado un árbol? ¿He
dado la vida, sabiduría? ¿He escrito un libro?”. David deja esta herencia a
su hijo, diciéndole: “¡Tú sé fuerte y demuéstrate hombre. Observa la ley del
Señor, tu Dios, avanzando por sus caminos y siguiendo sus leyes!”: “Ésta es
la herencia: nuestro testimonio de cristianos dejado a los demás. Y algunos
de nosotros dejan una gran herencia: pensemos en los Santos que han vivido el
Evangelio con tanta fuerza, que nos han dejado como herencia un camino de
vida y un modo de vivir. Éstas son las tres cosas que me vienen al corazón
con la lectura de este pasaje sobre la muerte de David: pedir la gracia de morir
en casa, morir en la Iglesia; pedir la gracia de morir en la esperanza, con
la esperanza; y pedir la gracia de dejar una bella herencia, una herencia
humana, una herencia hecha con el testimonio de nuestra vida cristiana. ¡Qué
San David nos conceda a todos nosotros estas tres gracias!”. (RC-RV)
|
||
Música para meditar
jueves, 6 de febrero de 2014
Testamento y muerte de David
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario