Año Par:
Martes de la 6° Semana del Tiempo Común
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1°
Lectura Sant 1, 12-18
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1) Esperar
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Respuesta en la prueba
Feliz el hombre que soporta la
prueba, porque después de haberla superado, recibirá la corona de Vida que el
Señor prometió a los que lo aman.
Nadie, al ser tentado, diga que
Dios lo tienta: Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie, sino
que cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo
seduce. La concupiscencia es madre del pecado, y este, una vez cometido,
engendra la muerte.
No se engañen, queridos hermanos.
Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de
los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por
su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su
creación.
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2) Reconocer– Reconocer-se
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Feliz de ti que soporta la
prueba, porque después de haberla superado, recibirás la corona de
Vida que el Señor te prometió porque lo amas.
No digas, al ser
tentado, que Dios te tienta: Dios no puede ser tentado por el mal, ni te
tienta, sino que eres tentado por tu propia concupiscencia, que te
atrae y te seduce. La concupiscencia es madre del pecado, y este, una
vez cometido, engendra la muerte.
No te engañes, querido hermano.
Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de
los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha
querido engendrarte por su Palabra de verdad, para que seas
como las primicias de su creación.
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3) Masticar - Alimentarse
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“[…] Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad”.
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4)Interrogarse - Traspasar
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“Alza los ojos,
mira el horizonte,
no te cierres a la Palabra,
ve adelante”.
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Comentario
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Resistir
a la seducción de las tentaciones es posible solamente cuando se escucha la
Palabra de Jesús. No obstante nuestras debilidades, Cristo nos da
siempre “confianza” y nos abre un horizonte más amplio de nuestros límites.
La tentación se manifiesta como una atracción
inocua y termina por transformarse en una jaula, de la que a menudo más que
buscar evitarla se intenta minimizar su esclavitud, sordos a la Palabra de
Dios.
La
tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa dentro de nosotros? El apóstol nos
dice que no viene de Dios, sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades
interiores, de las heridas que ha dejado en nosotros el pecado original: las
tentaciones vienen de allí, de estas pasiones. Es curioso, la tentación tiene tres características: crece,
contagia y se justifica. Crece: comienza como si nada, y
crece… El mismo Jesús decía esto, cuando habló de la parábola del grano y de
la cizaña: el grano crecía, pero también la cizaña sembrada por el enemigo. Y
la tentación crece: crece, crece… Y si uno no la detiene, ocupa todo.
Además busca otro para hacerse compañía, contagia y en este crecer y
contagiar, la tentación nos encierra en un ambiente de donde no se puede
salir con facilidad.
Es la experiencia de los Apóstoles narrada en el
Evangelio del día, que ve a los Doce culparse unos a otros bajo los ojos del
Maestro por no haber traído pan a bordo de la barca. Jesús quizás sonriendo
por aquel altercado, los invita a estar “atentos de la levadura de los
fariseos y de la levadura de Herodes.” Pero los Apóstoles que por un poco insisten, sin
escucharlo, tan cerrados en el problema de quién tuviese la culpa por no
haber traído pan no tenían lugar, no tenían tiempo, no tenían luz
para la Palabra de Dios.
Y así, cuando estamos tentados, no escuchamos la Palabra
de Dios: no escuchamos.
No entendemos. Y Jesús ha debido recordar la multiplicación de los panes para
hacerlos salir de aquel ambiente, porque la
tentación nos encierra, nos quita toda capacidad de previsión, nos cierra
todo horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios,
la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está
dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque
no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza.
Esta confianza es una fuerza grande, cuando somos
tentados: el Señor nos espera, se fía de nosotros tentados, pecadores, abre
siempre horizontes. Por el contario, el
diablo con la tentación, encierra, cierra, cierra y hace crecer un ambiente
parecido a la barca de los Apóstoles. No dejarse encarcelar por
este tipo de ambiente, concluyó, es posible sólo cuando se escucha la Palabra
de Jesús
Pidamos
al Señor que siempre, como hizo con los discípulos, con su paciencia, cuando
somos tentados nos diga: ‘Detente, estate tranquilo. Acuérdate que hice contigo en aquel momento, en
aquel tiempo: acuérdate. Alza los ojos, mira el horizonte, no cerrar, no te cierres, va
adelante’. Y esta Palabra
nos salvará de caer en el pecado en el momento de la tentación.
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Autor:
Papa Francisco
Fecha:
18/02/2014
Lugar:
Homilía
en la casa Santa Marta
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Referencia
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Música para meditar
martes, 18 de febrero de 2014
Martes de la VI Semana
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