Música para meditar

lunes, 17 de febrero de 2014

Lunes de la Semana VI

Año Par: Lunes de la 6° Semana del Tiempo Común
1° Lectura Santiago 1, 1-11
1) Esperar
La alegría en medio de las pruebas
Introducción
Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión.
Desarrollo
Hermanos:
Alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio. Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento. El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder.

Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo: apenas sale el sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas.

2) Reconocer– Reconocer-se
La fe del autor es sólida como una roca. Ha experimentado en carne propia que Dios es de fiar… que concede cuando le pedimos los dones que necesitamos.
3) Masticar - Alimentarse
“[…] el que vacila... es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder”.

4)Interrogarse - Traspasar
“Señor concédeme la gracia de la paciencia en este proceso de discernimiento vocacional; que ni la  ansiedad ni la angustia me dominen. 
Ayúdame Señor a vivir esta espera con alegría y confianza en tu voluntad.
Ayúdame a permanecer, sin vacilación, en mi opción vocacional.
Comentario
La paciencia no es resignación, es otra cosa: “alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas”. Parece una invitación a volverse frágil pero no es así. La paciencia, soportar las pruebas, las cosas que nosotros no queremos, hace madurar nuestra vida. Quien no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo de prisa. Quien no conoce esta sabiduría de la paciencia una persona caprichosa, como los niños que son caprichosos y ninguna cosa les está bien. La persona que no tiene paciencia es una persona que no crece, que se queda en los caprichos del niño, que no sabe tomar la vida como viene: o esto o nada. Ésta es una de las tentaciones: volverse caprichosos. Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia es la omnipotencia de querer de inmediato una cosa, como sucedió a los fariseos que piden a Jesús un signo del cielo: querían un espectáculo, un milagro: Confunden el modo de actuar de Dios con el modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa como un brujo, Dios tiene su modo de ir adelante. La paciencia de Dios. También Él tiene paciencia. Cada vez que nos dirigimos al sacramento de la reconciliación, ¡cantamos un himno a la paciencia de Dios! Con cuánta paciencia el Señor nos lleva sobre su espalda, ¡con cuánta paciencia! La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta música de la paciencia, porque es precisamente la música de nuestros padres, del pueblo de Dios, de aquellos que han creído en la Palabra de Dios, que han seguido el mandamiento que el Señor había dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina delante de mí y se irreprensible’.
El pueblo de Dios ha sufrido tanto, han sido perseguidos, asesinados, pero tuvo a alegría de saludar desde lejos las promesas de Dios. Ésta es la paciencia que nosotros debemos tener en las pruebas: la paciencia de una persona adulta, la paciencia de Dios que nos lleva sobre la espalda. Y ésta es la paciencia de nuestro pueblo: ¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy! Cuando vamos a las parroquias y encontramos a aquellas personas que sufren, que tienen problemas, que tienen un hijo minusválido o tienen una enfermedad, pero llevan adelante la vida con paciencia. No piden signos, como aquellos del Evangelio, que pretendían una señal. Decían: ‘¡Danos un signo!’. No, no piden, pero saben leer los signos de los tiempos: saben que cuando el higo florece, llega la primavera; saben distinguir aquello. En cambio, estos impacientes del Evangelio de hoy, que querían una señal, no sabían leer los signos de los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús.
La gente de nuestro pueblo, gente que sufre, que sufre tantas, tantas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la fe: Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras parroquias, en nuestras instituciones - tanta gente – es aquella que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad, de todos los días, de cada día.
Que el Señor nos dé a todos nosotros la paciencia, la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la paz, nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene, y nos de la paciencia de nuestro pueblo fiel, que es tan ejemplar”.
Autor:
Papa Francisco
Fecha:
17/02/2014
Lugar:
Homilía
en la casa Santa Marta

Referencia


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